Hermoso atardecer sobre el lago Léman.
Gadamer se refiere a las obras de arte como «un incremento de ser». Dice: «El arte aporta al ser, en general y en un sentido universal, un incremento de imaginabilidad.»
Por la noche veo ¡Átame!, de Almodóvar. Quedan pocas pelis suyas que no haya visto. La evolución de esta no acaba de convencerme: un joven perturbado secuestra a una actriz porno de la que está enamorado y a la que quiere enamorar; la actriz reacciona al rapto con agresividad y se resiste, como es natural; cuando el joven sale a la calle y le dan una paliza, sin embargo, la visión que ella tiene de él empieza a cambiar. El problema que veo es que este cambio de visión es filmado con brusquedad, como en un abrir y cerrar de ojos. En un segundo ella desarrolla un síndrome de Estocolmo como una casa. Quizá querían que la peli durase sí o sí menos de dos horas y esta fue la forma.
En el sueño de esta noche, me encontraba con alguien y le decía: «Qué pereza me da el cine de Jonás Trueba.» Ese alguien me daba la razón. Ahora quiero ver algo de Jonás Trueba para confrontar mi inconsciente.
Godard vive en un pueblecito costero hacia la mitad del Léman, Rolle. Pasamos por la autopista que lo ladea. Son casi las nueve. ¿Godard ya debe estar despierto? ¿Debe haber salido de casa? ¿O quizá está de viaje? Recuerdo la peli de Agnès Varda en que iba a visitarlo y él no le abría la puerta, Visages villages.
Carnegie habla de la «futility of criticism»: no sirve de nada criticar a los demás; es más, criticarles abre la puerta al resentimiento. Ya lo cantaba Alaska: «Malgasto mi talento criticando a los demás.»
Por la noche, después de cenar, empiezo a ver Twin Peaks: Fire walk with me. Si las dos primeras temporadas de Twin Peaks se emitieron entre 1990 y 1991, Lynch dirigió esta peli el 1992. Luego vendrían The missing pieces el 2014 y la tercera temporada el 2017. Es sorprendente que un mundo con tanto poder y riqueza pueda emerger de la imaginación de un hombre. ¿Cómo llegar ahí? ¿Con la meditación trascendental? ¿Es ese el camino, David?
Veremos Vortex, de Gaspar Noé. He comprado entradas para los Renoir Floridablanca, que la ponen a las ocho. Parece que, aquí, Noé se acerca a un tema completamente distinto a los que había tratado en Climax o Enter the void. Siempre he pensado que crear una historia sobre la tercera edad debe ser complicadísimo: ¿cómo generar interés por ese momento de la vida que la sociedad insiste en ignorar?
Estilo es distancia.
Hannah Arendt escribió sobre este sitio: «El cementerio da a la bahía, directamente sobre el Mediterráneo, está tallado en piedra y se desliza en el acantilado. Es uno de los lugares más fantásticos y más bellos que he visto en mi vida.» El memorial «Pasajes» es obra del escultor Dani Karavan y consiste en algo tan simbólico como una escalera que da al mar; el visitante puede descender por ella; al volver a subir, uno ya no se dirige al mar, sino al cielo; uno se dirige al cielo hasta que, en los últimos peldaños, las copas de los árboles cercanos asoman. Hacia el final de la escalera, hay una frase de Benjamin: «Es una tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres. La construcción histórica se consagra a la memoria de los que no tienen nombre.»
Había venido aquí con la intención de hacer que las cosas fueran sencillas, pero, cuando sube la emocionalidad, quizá es imposible que no se compliquen. Que las cosas se compliquen significa, simplemente, que hace falta ponerles más palabras.
Llegamos y nos dirigimos al Museu del Joguet. Hay el osito con el que jugaba Dalí y su hermana Ana Maria, llamado Don Osito Marquina; el osito también gustó a Lorca cuando Dalí se lo mostró; dijo que era «mono y remono».
Salimos del bus y nos encontramos con el amanecer sobre el paseo marítimo y el mar de Roses. Todos nos hemos ido quedando sin batería en el móvil a lo largo de la noche. X me dice: «¡Haz una foto, que a ti que queda un 4% de batería!», pero prefiero no sacar el móvil de mi bolsillo. Prefiero que este bello momento permanezca en nuestras memorias el tiempo que sea natural y que, después, desaparezca, si es que tiene que desaparecer.
Busco algún directo de Nico y The Velvet Underground en YouTube. Nico canta All tomorrow’s partiescon los ojos muy abiertos, una apariencia lánguida. Nico tuvo un hijo que ahora debe tener la edad de mis padres; googleo el nombre del hijo; de joven, era bellísimo, pero se ha echado a perder de un modo impresionante. ¿Cómo evitar la decadencia? Ayer, leyendo a Esquirol, encontré esto: «S’entén que la majoria no en vulguin ni sentir a parlar, de la decadència (fan com si no passés res), i, també, que alguns que sí que s’hi submergeixen ja no se’n surtin.» La decadencia es la caída: del cabello, de los dientes, de la belleza. Pero también de los valores, de la esperanza.
La fealdad es una premonición de la decadencia. Los guapos no son conscientes de que envejecerán porque no cuentan con esta premonición. Cuando llevas toda la vida siendo feo, te has acostumbrado a esquivar los espejos y a asumir que en las fotos no quedarás bien –si en alguna consigues quedar bien es por casualidad. La única forma de no frustrarse al envejecer es dedicarse a las cuestiones del alma; los feos lo hemos sabido desde un principio y por eso no nos ha hecho falta un cambio de vida.
¿Qué se debe hacer ante la decadencia? ¿Resistir o librarse a ella? Yo tengo una frente muy pronunciada y, además, tengo entradas. Cada vez tengo más entradas. Hace unos años, decidí llevar flequillo. Aunque la intención inicial no era que el flequillo me ocultase las entradas, lo hace. Cuando viene una ráfaga de viento y me levanta el flequillo, mi frente y mis entradas quedan al descubierto; me siento desprotegido. Llegará un día en que me raparé, en que ya no tendré que pensar en ponerme bien el flequillo o peinarme después de un soplo de viento. Podré disfrutar del viento en su plenitud, sin preocupaciones, rapado, horrendo, honesto. Debe ser difícil llegar a viejo no siendo honesto, porque el cuerpo envejecido es la pura honestidad.