30 de junio de 2024

Prosopagnosia. Diario 2024: junio


91. Tengo veintiséis años y aún no ha muerto ninguno de mis seres queridos. La cosa es extrañísima. Es como si todavía no hubiera aprendido a echar de menos de verdad.


92. Me puse un documental llamado Godard Cinema, en el que salían unas declaraciones del cineasta francosuizo, de los sesenta, cuando se estaba iniciando: «¿Por qué hace películas a un ritmo tan rápido?» «Porque, si parase, no las volvería a hacer, como los soldados rusos que, en la guerra, seguían andando porque, si hubiesen parado, habrían caído al suelo.»


93. Ceno y acabo de leer «La trascendencia de la vida», primer capítulo de Intuición de la vida, de Georg Simmel, donde el autor afirma que la vida siempre es más-vida (aquello que tiene vida se transforma, despliega, crece) y más-que-vida (así como la madre concibe al hijo y este pasa a ser una unidad autónoma, en la vida espiritual constantemente estamos concibiendo ideas, discursos, que en el momento que los formulamos pasan a ser unidades independientes de quien las ha creado; van más allá de este). Esto último es como la publicación de un libro, que contiene las ideas que en un momento determinado tuvo su autor, pero no es su autor.


94. Una de las cosas que me bloquean ante el acto de escribir es pensar que, si publico un texto, tendré que responder por él. Vuelvo a lo mismo que ayer: en «La trascendencia de la vida», Simmel muestra que vivir consiste, básicamente, en ser más-vida y más-que-vida. Me concentro en lo segundo: vivir consiste en ser más-que-vida porque la vida siempre va más allá de sí misma. Constantemente hablamos, creamos discurso, formamos ideas; ideas que ex-presamos, es decir, que sacamos de dentro a fuera, y que, entonces, pasan a tener una autonomía de significado.

Dice Simmel: «Solo podemos considerar la vida como el constante desbordamiento del sujeto hacia lo ajeno a él o como el producir lo ajeno a él.» Y esto que dice un poco antes también es muy bello: «Tal vez toda la idea de la inmortalidad del hombre no sea más que el sentimiento acumulado, exaltado en un símbolo enorme único, de ese ir de la vida más allá de sí misma.»

Hace casi diez años, escribí una novela, Feo y descalzo. Hace poco se la regalé a mi amiga X y la ha estado leyendo. Me ha comentado algunos pasajes que le han llamado la atención. ¿Tengo que responder por tal novela? Ni siquiera siento que la escribiera yo. Tan ajena me es a día de hoy.


95. Me pongo a ver Laberinto de pasiones, cuya primera escena me parece magistral: la cámara apunta hacia los paquetes de transeúntes que van por la calle con tejanos ajustados mientras Cecilia Roth, flâneuse lasciva, los persigue con la mirada, buscando su próximo encuentro orgiástico. Las escenas más memorables se concentran en la primera media hora del filme. Luego el argumento pierde interés. (En general, en esto y en todo, el argumento es lo de menos). Todo lo sostiene la gracia del guion, el modo de expresarse de los personajes, la actitud caricaturesca, plana, de cada uno de ellos. Cuando termina la peli, me pregunto: ¿qué me ha aportado?, y no encuentro respuesta. ¿Por qué el arte debería aportarnos algo? No era la primera vez que la veía.


96. «Quizá el lector o espectador no siempre recuerde precisamente qué hizo esta figura, pero sabemos que lo hizo bien, y sospechamos que nunca sudó mientras lo hacía.» (Lawrence Danson, Max Beerbohm and the Act of Writing).


97. Viendo Auge y caída de John Galliano me doy cuenta de que lo que siempre me ha impedido conectar con este diseñador es esa imagen de artista alfa (el juego que el documental establece con Napoleón, a través de la peli de Abel Gance, está bien encontrado). Otro artista alfa, de obra indiscutiblemente genial pese a todo: Picasso. Por contra, resuena mucho más en mí el artista ausente (Margiela, Burial, Chris Marker) o que se mantiene en un segundo plano, discreto, parco en palabras y medido en sus gestos.

Después de haber estudiado a los formalistas rusos y convencerme de que lo que importa es la obra, vuelvo a las andadas: mi curiosidad insaciable por el autor. Ayer leía un texto sobre la fama donde se decía que nuestra noción de la individualidad nos sirve «como principio de clasificación cultural, una manera de crear sentido en medio de la sobreabundancia informativa de la modernidad» (Tom Mole, introducción a Romanticism and Celebrity Culture). Nos entendemos como individuos porque ese esquema nos resulta útil, eficiente, cognitivamente. Concebir a ciertos individuos como celebridades es una forma de ordenar la realidad.

La manera en la que un autor se presenta ante el mundo es tan obra suya como el resto de su producción. La invención de sí es una creación omniabarcante, que determina el resto de creaciones de un artista. En función de esta invención de sí concebirá el resto de sus obras de un modo u otro y las entenderá en su conjunto.


98. Recuerdo el consejo de X: ¿quieres escribir bien? Describe lo que tienes delante. Describe bien la silla, la pared.

Estaba en segundo de carrera. Parecería otra vida.


99. «Son eternos como el capricho.» (Barbey d’Aurevilly).


100. Creo que hay una relación entre el deseo de invisibilidad y la madurez. Cuando uno es joven se expone, se prodiga. Me costaría encontrar ejemplos de gente que se hubiese aislado de joven y que pasase a tener multitud de relaciones sociales más adelante. Se produce un salto directamente del estadio estético al religioso (Kierkegaard).


101. Esta cosa tan barcelonesa de llegar a un sitio y no presentarse o saludar.


102. La tristeza y el hastío de estos últimos días perfectamente podrían venir de no haber estado escribiendo en este diario. Puesto que no escribo, no me entiendo. Puesto que no me entiendo, me frustro. Lo que me frustra, en el fondo, es no tener voluntad. Tengo capacidades y tiempo para escribir una tesis y una novela y no estoy aprovechando la ocasión. Es vergonzoso.


103. Tanto si haces mucho como si no, acabas agotado, porque todo cuesta. Vivir cuesta. Entonces, es preferible llegar a la sensación de agotamiento del final del día habiendo conseguido algo por el camino.


104. Aún recuerdo el entusiasmo con el que leí La vida desaforada de Salvador Dalí cuando era adolescente.

Siempre he buscado una regla de vida en las biografías de quienes he admirado. ¿Por qué la admiración iba a suponer una comprensión de la literatura inferior a la académica?


105. Pessoa dice que, el día que el hombre inventó el espejo, envenenó su alma. Primer paso en el proceso de desidentificación: ignorar la presencia de todo espejo.